Ya teníamos en nuestras manos aquellos billetes tan
esperados que nos permitirían coger el avión con el vuelo hacia Londres.
Nuestros padres llevaban un año preparando este viaje para estar dos meses
nosotras dos solas allí en una casa de intercambio. Pero nosotras no solo
pensábamos ir allí para estudiar, eso estaba claro, llevábamos esperando el
momento de viajar a Londres demasiado tiempo e íbamos a pasar los mejores dos
meses de nuestra vida. Hacer de todo, comprar hasta aburrirnos, y solían decir
que las noches allí eran de lo mejor, veremos a ver si Londres estaba a nuestra
altura o no. Dos meses daban para mucho.
Estábamos en un hotel de Madrid, llevábamos cuatro horas
metidas en el coche sin salir y necesitábamos estirar las piernas un rato y
dormir, debemos estar descansadas para despertarnos mañana temprano. Nuestro
vuelo salía a las diez y teníamos que estar en el aeropuerto dos horas antes,
para embarcar y todos esos rollos que hay que hacer, por desgracia, para
viajar. Lo que menos me gusta es eso, tirarte las horas en el aeropuerto
esperando el avión que luego no sabes si incluso se atrasará.
Llegamos a la habitación y dejamos las maletas por ahí y nos
acostamos enseguida, las dos estábamos de acuerdo en hacerlo, la cosa ya es si
podríamos de los nervios que teníamos. El despertador sonó y como siempre yo
tuve que despertar a Pilar, o por lo menos intentar despertarla, ella siempre
tan dormilona.
-
¡Vamos! Que son las seis ya, Pilar. – Le decía
mientras le daba golpes en el brazo. Como no me hacía caso, empecé a arreglarme
yo. Me metí en la ducha, quería refrescarme un poco y así me despejaría. Me
encanta darme una ducha de agua fría después de levantarme en día de verano
extremadamente caluroso. Cuando termino de ducharme veo que Pilar ya se había
levantado y empezaba a vestirse.
-
¡Eh, por fin! – Dije entre risas. Pero ella no
soltó ni una sonrisa, es más me puso mala cara. A ella nunca le ha gustado
madrugar. Encendió el ordenador y se metió en una página.
Después de estar un rato leyendo tranquilamente pegó un grito:
Después de estar un rato leyendo tranquilamente pegó un grito:
-
¡Aaaaah! – Me asustó y salí del cuarto de baño
donde estaba maquillándome, una debe estar guapa para ir a Londres, allí no se
va todos los años.
-
¡¿Qué pasa!? – Vi que estaba corriendo, dando
gritos y saltado por la habitación. Pero no me contestó. - ¡Me vas a dejar
sorda, para! – Dije tapándome los oídos. – A ver, relájate y dime qué coño
pasa, Pilar.
-
No, no puedo. – Esto lo dijo gritando,
obviamente. - ¡Isa, que One Direction está en Londres, joder!
-
One dire… ¿Qué? – Después de decir yo eso sí que
se calló y paró de gritar. Se acercó a mí y me echó una de sus miradas que tanta
gracia me hacen y empecé a reírme. Corrió hacia su maleta y sacó de ella una
foto que me la estampó en la cara.
-
Estos son. Parece mentira, todos estos días
hablándote de ellos y ¡¿Me dices que quiénes son?! – La verdad es que tenía
razón, llevaba unos meses muy pesada con una banda compuesta por cinco chicos.
No paraba de repetirme que si están muy buenos, que si cantan muy bien. Me
decía canciones para que las escuchara pero cuando llegaba a casa siendo
sincera no las escuchaba, y a la mañana siguiente para que no me dijera nada le
decía que lo había hecho. Me enseñaba fotos de ellos y tenía razón, no estaban
nada mal.
Realmente se había ofendido con
mi comentario. Miré el reloj y ya eran las siete y cuarto. Terminamos de
arreglarnos, cogimos nuestras maletas y pedimos un taxi que nos llevó hasta el
aeropuerto. Llegamos a las ocho y diez, tuvimos que andar bastante hasta llegar
al mostrador donde habría que facturar el equipaje. Había un poco de cola, y
tardamos como veinte minutos para que nos atendieran. Por fin nos tocó y nos
dieron la tarjeta de embarque donde venía indicado el número de asiento en el
avión. Teníamos hambre, no nos había dado tiempo a desayunar en el hotel así
que desayunamos en una cafetería que estaba por la zona de tiendas. Terminamos
y nos dirigimos a la aduana, solo llevábamos una maleta de mano y no con muchas
cosas. Después fuimos hasta la puerta por donde subiríamos hacia el avión.
Fueron puntuales y a treinta minutos de que fueran las diez pasamos hasta el
interior del avión, donde nos sentamos y nos relajamos del estrés que nos
entraban las prisas. Al entrar en el avión, las azafatas repartían revistas
para poder entretenernos durante el vuelo. Pilar y yo cogimos dos y comenzamos
a leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario