La verdad es que las dos horas y
media que duró el viaje se nos pasaron bastante rápidas. Estuvimos escuchando
música, hablando y nos pedimos varias cosas que comer. Aún después de haber
desayunado en el aeropuerto seguíamos teniendo hambre. El avión paró y todos
descendimos por las escaleras y esperamos al mini autobús que vendría para
llevarnos al interior del aeropuerto pero esta vez el aeropuerto de Londres.
Casi no nos creíamos estar allí, hace unas horas en España y así de repente en
Londres. Íbamos las dos con una sonrisa de oreja a oreja en nuestras caras.
Pilar, alta, rubia, con una falda de flores que tanto le gustaba, siempre quiso ponérsela para el viaje, con su chaqueta vaquera, ya que pensó que iba a hacer frío.
Yo, Isa, un poco más baja que ella, morena, con unos pitillos y una camisa con estampado de flores que me compré en Bershka la semana pasada.
Tacones las dos, no podían faltar. Seguimos andando hasta llegar a la cinta por donde pasarían nuestras maletas. Teniendo tan mala suerte que salieron las últimas. Y después de esperar a que salieran las jodidas maletas hicimos el mismo proceso que en España pero a la inversa. Al acabar de pasar todos esos obstáculos pudimos ver a un chico moreno con ojos claros y un cartel que ponía nuestros nombres, ese sería nuestro compañero durante estos meses.
Yo, Isa, un poco más baja que ella, morena, con unos pitillos y una camisa con estampado de flores que me compré en Bershka la semana pasada.
Tacones las dos, no podían faltar. Seguimos andando hasta llegar a la cinta por donde pasarían nuestras maletas. Teniendo tan mala suerte que salieron las últimas. Y después de esperar a que salieran las jodidas maletas hicimos el mismo proceso que en España pero a la inversa. Al acabar de pasar todos esos obstáculos pudimos ver a un chico moreno con ojos claros y un cartel que ponía nuestros nombres, ese sería nuestro compañero durante estos meses.
-
Pues no está nada mal. Lo que nos vamos a
divertir. – Y empezó a descojonarse ella solita mientras íbamos hacia el chico
del cartel. Caminando hacia él nos miró y nos observó de arriba abajo
levantando la ceja izquierda.
-
Hola, yo soy Isa y está rubia que tengo aquí al
lado es Pilar. Supongo que seas tú nuestro compañero de piso en estos meses de
intercambio por lo que leo en el cartel, ¿cierto? – Le miré a los ojos y los
tenía de un color marrón grisáceos, aunque de lejos parecía azulados.
-
No, siento desilusionaros. – Dijo negando con la
cabeza. – Esa es mi hermana, que hoy estaba un poco liada y no podía venir a
recogeros. Pero tranquilas, muy a menudo me veréis por la casa de Amelia, que
así es como se llama. Yo, Adam, encantado. – Decía mientras se agachaba haciendo
un signo de reverencia como si fuéramos princesas.
-
Que simpático, oye. ¡Trae para acá que te dé dos
besos, guapo! – Podéis imaginaros quien dijo eso. Exacto, Pilar, eso no se me
ocurriría decirlo a mí ni loca. Yo soy como más cortada y tímida y Pilar más
alocada y abierta. A veces me vendría aprender más de ella y no ser tan
vergonzosa. Se dieron dos besos, y claro después de ella yo ya me animé a
dárselos. Nos llevó en coche hasta el piso donde pasaríamos los días. Por el
camino vimos un poco Londres. Pilar estaba pegada a la ventana señalando cada
vez que veía algo y gritaba.
De repente en la radio empieza a sonar una canción. Y se calló.
De repente en la radio empieza a sonar una canción. Y se calló.
-
¡Sube
el volumen! ¡Sube el volumen! – Chilló. A eso no podía negarse el pobre Adam,
no fuera a ser que le matara o algo. Y empezó a cantar al ritmo de la música. Sonaba
What make you beautiful de One Direction, a eso su reacción. A mi también me
gustaba así que seguía el ritmo pero sin cantar, realmente no me la sabía bien
y no quería estropearla.
Despues de un rato pasando miles
de calles con diferentes nombres y todas acabadas en Street, llegamos hasta
nuestro destino. Subimos hasta el piso y no había nadie.
-
Son las doce y media, mi hermana estará al
llegar. De todas maneras os he dejado preparada la comida, la tenéis en la
cocina y empezar si tenéis hambre, Amelia llegará comida. Yo ahora me tengo que
ir, os dejo, pero volveré. – Y nos guiño un ojo. Abrió la puerta y se fue
dejándonos con la boca abierta por lo precioso que era el piso. Estaba decorado
de la mejor manera posible, era evidente que tenía buen gusto esa tal Amelia.
Fuimos a la cocina y cogimos la comida que estaba sobre la mesa y nos pusimos a
comer. La verdad es que había sido todo un detalle por parte de Adam, porque
nos podía a ver dicho de comer fuera o hacernos la comida nosotras. Y además
estaba deliciosa.
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